jueves, 14 de noviembre de 2013

LA SECTA QUE ME DESPERTÓ

A través de un hermano de la iglesia evangélica me puso de algún modo en contacto con otros hermanos los cuales no son evangélicos. Ellos no se consideran ninguna denominación protestante, de hecho están en contra de las denominaciones a las cuales les atribuyen el poder del demonio. Ellos predican que hay que salir de ahí para entrar en lo que ellos denominan como el verdadero cuerpo de Cristo, la Iglesia, es decir, su grupo. Esta nueva secta se inicia a partir de Witness Lee en el siglo XX, predicador chino. No fui yo quién contactó con ellos, sino ellos conmigo a través de un amigo de un hermano evangélico. El encuentro inicial fue extraño para mi, siempre alerta y en guardia, no queriendo intimar demasiado, pero en cierto modo en la primera reunión comprobé que verdaderamente tenían celo por Dios, amaban la Biblia, aunque como les pasa a los testigos de Jehová por ejemplo, tienen una traducción particular, llamada versión del “recobro” con notas explicatorias, y parecían tener bastante conocimiento de ella.
    La historia demuestra que grandes engañadores han salido por el mundo y que el celo de Dios no es una característica sólo del cristiano verdadero.
    Ellos no te dicen deja aquello y vente con nosotros, sino que su método es el de conquistarte, enamorarte con el “disfrute” del Cristo que predican. Como estos hermanos dicen, “ese cristo maravilloso”. Realmente dan la sensación de que predican a Cristo como si fuera algo exclusivo “este Cristo”, “¿su Cristo?”
    También te hablan de que la Iglesia se ha degradado y que Dios está recobrando a su iglesia para la 2ª venida de Cristo y “ellos son esa iglesia purificada”.
    La primera reunión no me dejó indiferente, y tras un mes, pasada la semana santa, volví a reunirme con ellos. El hablar de Cristo solo, de la riqueza de su Palabra, de la necesidad de alimentarnos de ella, etc., me daba una sensación diferente a la que había experimentado en la iglesia evangélica, que a menudo era frustrante para mí. Tenía paz, y sentía el compañerismo, la amistad y la hermandad entre nosotros, y al llegar a casa estaba extrañamente feliz y optimista. De modo que decidí sintonizar el programa de radio que tienen en una emisora evangélica, los cuales están al 100% basados en los estudios realizados de la biblia por Witness Lee, es decir que ellos, lo quieran o no reconocer, basan sus estudios desde la óptica privada de una sola persona, un “maestro”. Al principio el programa de radio también me resultó impactante en el sentido de que parecía todo nuevo y que había una especie de sabiduría oculta que al fin me era revelada. Dado que mi relación con la iglesia evangélica no terminaba de hacerme feliz, fue que quise explorar esta nueva opción. Comencé a grabar los programas para poderlos oír mas tranquilo. En nuestras reuniones surge pronto el tema de la “unidad”, tema que para mí, siempre ha sido capital. Los cristianos no pueden estar divididos en denominaciones con enseñanzas diferentes de las cosas de la fe.
   Aunque al principio nunca salió el tema, me imaginé que la Iglesia católica sería considerada por ellos como un grupo apóstata más, ya que ellos meten a todas las iglesias y denominaciones en la gran ramera de Apocalipsis y la Babilonia espiritual, según la errónea interpretación de la Biblia inventada por Elena White (fundadora de los Adventistas del 7º día). Posiblemente mi contacto con ellos hace que cada vez me parezca peor lo que observo en la iglesia evangélica, y poco a poco voy dejando de asistir, y reduzco mi participación a los domingos en la mañana, en un rato de oración y compartir la palabra de Dios con varios hermanos. El resto me sobra.
   Tampoco el grupo que sigue las enseñanzas de W.Lee me atrae lo suficiente como para decidir ir a ver como son sus reuniones. No suelo lanzarme demasiado pronto sin conocer bien, y mis experiencias pasadas ya me aconsejaban prudencia. De ese tema nunca hablamos. Es decir, al contrario de lo que me ocurrió en la iglesia evangélica, estos no me presionaban para que fuera con ellos a ningún sitio. Es un misterio y lo seguirá siendo, lo único que conseguí saber es que sus reuniones son distintas a las evangélicas y por supuesto a las católicas. Y era todo un poco extraño. Según me cuentan o supe por otras fuentes: No tienen púlpito, se sientan en circulo y todo el mundo habla, ora y participa y hasta “profetizan”.
    Mi alejamiento de las reuniones de La iglesia evangélica se hace notorio para algunos hermanos, especialmente para un matrimonio muy simpático y agradable que conocí al principio de entrar allí. Este alejamiento no les parece bien a algunos. Esta hermana me llega a insinuar que no es correcta mi actitud, que tengo que asistir, que mi actitud es egoísta al no estar allí con ellos, que me necesitan y me hizo saber que había algunos hermanos que estaban hablando negativamente de mi por esta actitud, no fue una acusación directa, pero si una insinuación sutil de posibles habladurías a las que yo podría estar dando lugar. Esto me molestó mucho, aunque ella enseguida se disculpa diciendo que no era su intención molestarme, sino que me quería y que por eso me lo decía. Este episodio me causó malestar y debía haber un antes y un después de eso. Esa semana estuve meditando si debía volver o no a aquella iglesia después de lo sucedido. Tras una semana muy dura, decidí volver a orar al domingo siguiente, ya que no me parecía bien que la cosa terminara de manera brusca y traumática. Pensaba que si alguna vez tenía que marcharme, fuera de forma pacífica y cristiana. Esta situación negativa y frustrante me hizo aceptar con una cierta necesidad la compañía de estos otros “hermanos” que siguen las enseñanzas de W.Lee. Así funciona este mundo de iglesias diferentes. “Si te cansas de una busca otra”. Sin embargo, para mí era muy importante seguir la verdadera doctrina y estar en el sitio correcto, por lo que seguía observando. Ese día de Mayo, sucedió algo diferente. En nuestro encuentro uno de ellos mencionaba títulos de libros “muy interesantes” (según ellos), estudios sobre cosas de la Biblia. Por su forma de hablar de ellos, parecía como si fueran los mejores libros del mundo, y como si los evangelios hubieran sido escritos ayer y los hubieran descubierto hoy, y el resto del mundo se los estuviera perdiendo. En seguida surgió la pregunta entre ellos: ¿Cuál le dejamos?, y finalmente uno de ellos eligió para mi: “El cristo todo inclusivo”, un libro que según ellos me iba a maravillar, “muy rico” y lleno de conocimientos. También me dieron un CD-R de canciones con letras acerca de Jesús, todas ellas. Lo acepté todo con media sonrisa en mi cara, y no muy convencido. Pensé en aceptarlo para no ofenderlos, y luego no tenía intención de leerlo, o a lo sumo unas páginas para ver de que iba, pero verdaderamente no entraba en mis planes el leer ningún libro que no fuera la biblia en esos momentos, ya que se suponía que se criticaba a los católicos entre otras cosas, por dejarse “enseñar” por lo que otros autores fuera de la Biblia enseñaban, por ejemplo: los santos. Y ellos resultaban que también tenían libros de otros. Algo que me hizo meditar mis conceptos. En cierto modo me estaba sintiendo mas cerca de ellos que de los hermanos de la iglesia evangélica, de los que sólo uno parecía mantenerse en contacto conmigo. Los que antes me escribían por e-mail, ahora cada vez lo hacen menos. Este “hermano” de la iglesia evangélica está siendo sacudido, posiblemente influenciado por nuestras conversaciones, y sus propias experiencias durante años. La situación se va a tensar más. Decidimos reunirnos en su casa con este matrimonio de allí. Tenemos la idea de hacer algo más para evangelizar. Hacer folletos para repartir en la calle, etc. Un día, sucede un malentendido entre nosotros, y la reunión no se lleva a cabo. Esto me decepcionó bastante. Pero sólo dos días después, cuando todavía no había digerido el incidente anterior, este “hermano” me volvió a decepcionar profundamente, cuando acudí para buscar un poco de ayuda y consuelo, y me tuve que marchar nuevamente vacío y decepcionado y con la dolorosa sensación de haber llegado al final con la iglesia evangélica y cualquiera de sus miembros. Sin embargo a la mañana siguiente siento en mi interior lo mismo que con el incidente anterior, que no debo abandonar así, como si yo hubiera actuado mal y ellos bien, de modo que regresé ese domingo a orar en la mañana temprano. La sensación fue amarga. El ambiente estaba crispado y lleno de críticas hacia muchas cosas. Aquel domingo lloré realmente mientras oraba, no pude contener las lágrimas al hablar con Dios acerca de mis sentimientos delante de ellos. La hermana P****** se acercó a mi, y me puso su brazo en el hombro y me dio un abrazo. Ya nada volvería a ser como antes, pero había disimulo en el ambiente. La decisión fue de darme un tiempo de respiro y reflexión, aunque eso lo confirmaría después en una reunión en casa de el hermano J*****. Mientras tanto, al inicio de una semana del mes de Junio, tuve un nuevo encuentro con los miembros del grupo que se autodenomina “El cuerpo de Cristo o la Iglesia local”. Ese día sentí también mucha paz y bendición. Después de tanta tensión y amargura con las experiencias en la iglesia evangélica realmente estaba necesitado de un cambio, de algo que me animara. Ellos mismos, sabiendo de antemano porque tal vez ellos lo han vivido también, que mi estado es de decepción y poco ánimo,  se encargaron de decirme que la “comunión” [1]nos limpia. Realmente el hablar con ellos me benefició aquel día, sin embargo ocurrió algo diferente. Me llevaron a un sitio natural muy bonito desde el que se podía divisar buena parte de Málaga, y allí hablamos y oramos a viva voz, y noté que cada vez me hablaban mas del “recobro” de la iglesia, de cómo Dios está “recobrando su iglesia”, y también hablaron un poco del “hermano” (Witness Lee), aunque no le mencionaron por el nombre. Me dio la sensación de que consciente o inconscientemente me estaban comenzando un acercamiento progresivo a las ideas del grupo. Es la estrategia cuando llega alguien nuevo. Eso me puso un poco la mosca detrás de la oreja, pero era tal la sensación de tranquilidad que obtuve en aquel lugar que la sospecha no llegó de forma inmediata, sino en los días siguientes. En mi agenda escribí lo siguiente: «Empiezo a sospechar que lo de estos hermanos no sea lo que aparenta. Doctrinas extrañas para mi».
    Esa misma noche estuve leyendo un librito que hablaba sobre las sectas y en el que se analizan sus características, y comencé a leerlo como si algo me impulsara a ello desde mi interior. Al leer las características de las sectas y grupos me iba encontrando que las características coincidían con este grupo. El punto que mas me llamó la atención fue cuando hablaba que los Grupos religiosos muchas veces los fundan idealistas decepcionados que se han quemado en las iglesias tradicionales, y creen que Dios los ha llamado a lograr lo que otros no han podido lograr. Su ideal es recobrar el propósito perdido de la iglesia. ¿eh? Un momento, me fijé de nuevo en la palabra recobrar, y entonces comencé a recordar, y se me vinieron a la memoria grupos como los testigos de Jehová, los cuales se caracterizan por eso mismo, o los mormones, o los adventistas, y no pude evitar relacionar al grupo del “recobro” como otro grupo mas, que cree que ha recibido una revelación especial en su tiempo para recobrar lo que se ha perdido y volver a lo puro. ¿Cuántas herejías no han pasado por el mundo desde la fundación de la Iglesia, que han seguido este mismo patrón? Mientras iba descubriendo esto, una lucha interior se apoderaba de mi, y yo mismo me ponía en duda. Recordaba mi pasado, y como empecé toda mi historia religiosa, y comencé a pensar que yo mismo podría haber caído ya en el error, no de fundar otro grupo religioso, pero si de con mi actitud separatista, buscando siempre la verdad siguiendo prácticamente sólo mi lógica y mi razón, y podría estar llevando a otros a dividirse más y separarse más, pero... ¿de que nos estamos separando? ¿De mi concepto de Iglesia, o de la Iglesia verdadera?
   Todo este caudal de situaciones no fue antes de una reunión caótica en casa de un “hermano” evangélico, a la que yo acudí invitado, y con la intención de compartir a Cristo y su Palabra, y medio influenciado por las ideas fundamentalistas de los hermanos del “recobro”, ya estaba a medio camino entre unos y otros. La situación era muy tensa. Esa tarde llegué a increpar a una hermana: “¡Deja de ser evangélica y conviértete en cristiana!”. La tarde transcurrió en un desencuentro absoluto, había división en el ambiente, debido a que unos queríamos evangelizar sin tener en cuenta a los líderes de la congregación, otros que creían que debíamos someternos a la autoridad de los responsables de la iglesia evangélica, y al mismo tiempo ellos mismos los desautorizaban criticándolos y reconociendo la necesidad de que Dios enviara a esa iglesia un pastor, porque la sensación era que eran como ovejas sin pastor. Por otro lado, otro “hermano” creía que tal cosa no era necesaria, y por otro lado yo atónito trataba de convencerles de que Cristo es nuestro pastor.
De nuevo las discrepancias, como en la escuela dominical, de nuevo la culpa: que cada cual interpretaba la Biblia de forma personal y no siguiendo el mismo patrón que la Iglesia de Jesucristo debe tener. Todo esto surgió por el tema de unos folletos que habíamos realizado con la intención de evangelizar por la calle. Pero no se ponían de acuerdo, ya que no sabían a donde llevar a las personas cuando nos contactaran. ¿A dónde les llevamos? Ellos mismos reconocían que aquella iglesia evangélica no era un buen lugar en esos momentos, y por otro lado no conseguían ver nada fuera de aquel lugar. Que pena que su sensación de fidelidad a la iglesia se limitara a una congregación separada de la verdadera iglesia universal. La tarde fue una pura discusión, y yo acabé crispado y con malestar. El domingo siguiente aproveché el día de elecciones europeas para no asistir a la iglesia, y comencé a reflexionar. Mientras tanto nació mi primer sobrino curiosamente llamado Jesús. Pasé a continuación el periodo mas largo sin comunicarme ni ver a nadie de la iglesia, 11 días. Escribí en mi diario el 7 de Junio de 2004: “¡Oh Señor!. Hay personas que nada mas que le dan importancia a esa congregación. Pero que poco hablan de ti. Es como un desierto seco y árido. ¿Te buscan a ti Señor? Tú lo sabes, no me permitas caer en juicio a mí. Yo te necesito a ti Señor, y que aquellos que dicen que te conocen que yo pueda ver en ellos tu vida, porque tú eres vida. Animarse los unos a los otros, edificarse, exhortarse, que el que tenga salmo diga un salmo, que el que alabanza, cante alabanza, pero que crezcamos según tu imagen y según tu ejemplo, Señor JESUS. No puedo soportar mas a los que nada mas hablan del mundo cuando deberían ser tus palabras. No quiero ser contaminado ni debilitado con esto Señor, quiero estar contigo, quiero tenerte a ti, quiero disfrutar de tu vida en mi, no permitas que el desierto se apodere de mi, quiero disfrutar de toda la riqueza de tu creación, quiero tu vida Señor corriendo por todo mi ser. Si algo tengo de ti Señor, ¿acaso no me lo diste tú? Y yo he querido compartir lo que de ti tengo con otros. Pero los otros me han reconocido no tener nada que compartir conmigo, ¿no tienen nada de ti que poder darme?  Oh Señor, ten misericordia de todos nosotros. Guárdanos del enemigo, y manifiesta tus intenciones y revélate para que seas glorificado aún más. En el nombre de CRISTO, AMÉN.”
Prosigue mi búsqueda y mi lucha interior. Escribo el 12 de Junio de 2004: “Leyendo un libro de enseñanza religiosa que tuve cuando estaba en el colegio, soy incapaz de encontrar de momento que la fe de la Iglesia católica en ese libro sea diferente de la cristiana que yo trato de llevar. Ellos creen en la muerte de Jesús por los pecados, creen que es el Hijo de Dios, creen en la resurrección de los muertos, creen en el amor de Dios, creen en el perdón de Dios, etc. Sin embargo todavía veo muchas cosas en la Iglesia católica que me parecen erróneas, como las he visto en la iglesia evangélica, lo cual me lleva a la conclusión que en todo lugar hay pecado, lo cual está de acuerdo con la Biblia.”
    Comienzo a tener serias dudas, después de mandarle por internet a un sacerdote un escrito personal, el mismo escrito que traté de compartir en casa de aquellos hermanos y no tuvo eficacia. En el escrito hablo de que debemos tratar de vivir a Cristo como el TODO en nuestra vida. El sacerdote se muestra de acuerdo con mi escrito, pero me previene de tener cuidado con los fundamentalismos y los fanatismos y radicalismos. Y es ahí donde creo que comienzo a pensar si verdaderamente todo esto no me está llevando a eso, a un cristianismo fundamentalista que se aleja de la realidad de Dios. Me hizo meditar esta respuesta del sacerdote.[2]
    Estoy leyendo en estos días las respuestas que da este sacerdote a otras personas que escriben haciendo preguntas sobre la fe, y me sorprende el talante amoroso y comprensivo y además, además hay bastantes cosas de las que dice que me parecen coherentes con mi fe cristiana. El 3 de Julio de 2004, escribí en mi diario: “Estoy empezando a ver y comprender cosas sobre la Iglesia católica que antes atacaba”. El día siguiente escribo esto: “Deseo ver la celebración de la misa en la televisión. La experiencia resultó positiva para mi y mi mujer. No observé nada extraño o incorrecto en ella, y si un montón de cosas buenas y positivas.”
    Al domingo siguiente vuelvo a la iglesia evangélica para orar con los “hermanos” a primera hora de la mañana. Esto es lo que estoy haciendo desde que dejé de asistir a los cultos. No he querido perder el contacto con ellos, y compartir con ellos. El 11 de Julio escribo lo siguiente en mi diario: “Hoy me he sentido mal en la iglesia evangélica. Un “hermano” (responsable de allí) ha justificado la existencia de múltiples denominaciones cristianas, mientras yo hablo de la necesidad de “unidad” de la Iglesia. Este “hermano” ha llegado a decir que muchos católicos hacen buenas obras por ellos mismos, mientras que yo le digo que las hacen por amor a Dios.”[3]
    Esa tarde, después de pensarlo, dudarlo y luego decidirme, se me ocurrió, pensando en mi vecino “Miguel” de 82 años, que tal vez le haría bien llevarlo a la Iglesia a oír la misa de la tarde. Fue un intento de darle consuelo de Dios en un momento en que el lo estaba pasando mal. Yo estaba pendiente de el, que estaba sólo y le visitaba a menudo. Indirectamente estaba también pensando en mi, ya que llegado a este punto, y después de haber visto la semana anterior la misa por la televisión y haber tenido buenas sensaciones, era el momento de probar la experiencia en directo y contrastarla con mis experiencias protestantes. Así lo hice. Fui a su casa y no estaba, pero bajé a la calle y lo vi en el quiosco de enfrente, como tantas veces sentado sobre su andador y charlando con el hombre del quiosco. Así que me acerqué para saludarlo, empezamos a hablar, pero no le dije lo de ir a misa. Me invitó a tomar un refresco, y le acompañé al bar de al lado, y nos tomamos algo, y al salir me preguntó lo que iba a hacer, y yo le contesté que había pensado ir a misa, y que si me quería acompañar, y el accedió, así que le dije que un rato antes le recogería e iríamos. Tuve que hacer esfuerzos por el camino con el, ya que se le iba un poco la lengua hablando mal y yo le decía, “¡Pero Miguel, tranquilo, que vamos a la Iglesia!”, y el se tranquilizó. Entré en la Iglesia con el, y que sensación tan extraña; Estaba pisando la Iglesia católica, y no era por algún compromiso familiar, sino que estaba buscando sinceramente el oír la Palabra de Dios y a Cristo. Aquel día tocaba el evangelio acerca de la historia del buen samaritano.(¿no estaba yo sin darme cuenta actuando como el buen samaritano al llevar a Misa a mi vecino?).

Sentí paz todo el tiempo. Era como si volviera a algo que ya conocía, como si volviera uno a su casa después de mucho tiempo ausente. Sentí deseos de tomar la comunión pero me abstuve al no estar seguro. En el camino de vuelta hablaba con el vecino acerca de la homilía del buen samaritano y el me decía que “ya nadie era así”, y reíamos después juntos cuando le dije que me tenía que marchar a casa rápido porque tenía “necesidades”, y el me decía que cuando le pasaba eso, no podía aguantarse y donde le pillara...
    Aquel día fue el primer día que asistí a la Iglesia después de mucho tiempo. A la semana siguiente tuve lo que considero una prueba mas de que mi decisión estaba siendo la correcta, la de regresar a la Iglesia aunque no entendía muchas de las doctrinas que tanto tiempo había estado poniendo en duda o negando. Es una semana de grandes y fuertes tentaciones de todo tipo, muchas de las cuales me hacen caer en pecados. Me sentía extraño en medio de todo esto. Escribo en mi diario: 17 de Julio (sábado): “En las dos últimas semanas, ha caído sobre mi un nuevo deseo de buscar la verdad leyendo a otros que hablaron de la verdad en los primeros siglos (Padres de la iglesia). Estoy siendo tentado continuamente”. Otro día escribí esto: “Hoy he llegado a la siguiente conclusión después de haber tenido un sueño: Somos salvos por la fe en el Señor Jesucristo y su evangelio. Pero la fe sin obras está muerta, por lo que es preciso que nuestra fe esté viva para ser salvos. No somos salvos por creer únicamente en Cristo, porque los demonios creen y eso no les salva. No somos salvos por hacer obras de la ley (La Torah), sino por gracia para que nadie se gloríe, esto es, no necesitamos realizar ningún rito o ceremonia para ser puros como por ejemplo la circuncisión que practican los judíos, presentar sacrificios por los pecados, etc. No somos salvos por tanto sólo por decir Señor, Señor (esto es por creer en su nombre), sino por cumplir los mandamientos, para lo cual nos capacita el Espíritu Santo que recibimos al creer. Está escrito que sin santidad ni paz nadie verá al Señor. Está escrito que el que persevere hasta el fin será salvo. Está escrito que si crees y tu lámpara no está llena de aceite y encendida, te quedarás fuera. Está escrito que si escondes tu talento será echado fuera. Está escrito que no son bienaventurados los que escuchan y no cumplen la Palabra de Dios. Está escrito que si somos tibios El nos vomitará de la boca. Entonces si para ser salvos necesitamos cumplir con ciertas cosas, ¿para que murió Cristo? Cristo murió y resucitó para que pudiéramos ser salvos. El nos abre la puerta del cielo, pero para que la gracia de Dios opere en nosotros es preciso estar en Cristo, esto es andar en El (No hay condenación para los que están en Cristo), andar en sus mandamientos, aquello que antes era imposible porque estaba rota nuestra relación con Dios aún cumpliendo sus preceptos, ahora es posible. ¿Y cómo solucionamos el problema de nuestros pecados? Porque está escrito que todos tenemos pecado. La muerte de Cristo en la cruz nos ha dado otra gracia, la del arrepentimiento de los pecados que es para salvación. Debemos confesar nuestros pecados para lo cual Jesucristo actúa de mediador y de abogado ante el Padre, pero debemos ser conscientes de que todo aquel que está en Cristo no peca. Lo que antes era imposible ahora es posible por gracia de Dios, por el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Por lo tanto rechazo como falso el concepto de salvación que dicen algunos de  que no necesitamos hacer nada para ser salvos aparte de la fe, por otro mejor que creo es el que han creído los cristianos desde el principio, que el que cree en El, haga lo que El dice y que nos ocupemos entonces de nuestra salvación con temor y temblor y también con reverencia, confiando en su gracia en nosotros, y no actuando como si ya hubiéramos alcanzado la meta, sino como deseando alcanzarla.
«Nunca me he considerado nada mas que cristiano, y nada menos. Otros en cambio además de considerarse a si mismos cristianos les gusta identificarse con la denominación: “Yo soy católico”, “Yo soy protestante”, “yo soy evangélico”, “yo soy bautista”, “yo soy pentecostal”, “yo soy testigo de Jehová”, “Yo soy adventista”, “yo soy mormón”, “Yo soy de la Iglesia local”, “Yo soy...” “Yo soy...” “Yo soy...”...».
    «Doy gracias a Dios nuestro Padre el cual no me permitió nunca tomar partido, excepto en todo caso, por Cristo, aunque realmente aún me falte mucho para ser digno de ser llamado discípulo, quiera el Señor tener misericordia de mi»
    «La doctrina cristiana es la mas sencilla de todas las que puedan existir en el mundo, ya que está preparada para ser entendida por los pobres y humildes de este mundo, en vez de sabios y eruditos, y es el único libro que puede ser resumido en dos frases: “Ama a Dios sobre todas las cosas, y ama a tu prójimo como a ti mismo». «Donde hay confusión no está Dios». «El que no reconoce sus pecados y dice que ama a Dios, no dice la verdad». «El amor enriquece al hombre». «Jesucristo mismo edifica su Iglesia sobre la tierra, desde Pentecostés hasta hoy. El es el arquitecto y constructor de esta obra de Dios. Los apóstoles son los peritos arquitectos (1 Corintios 3:10). La piedra de Mateo y 2ª Pedro son dos piedras diferentes.
    Sin darme cuenta se está produciendo en mi una transformación y hay cosas de antes que no empiezo a soportar. El 29 de Julio (Jueves), asistí a misa en la tarde en la parroquia del Carmen. Deseaba oír misa y necesitaba participar de la comunión. El 1 de Agosto (domingo), mi mujer me acompaña por primera vez. La experiencia fue muy agradable. Estamos regresando.
    El 10 de Agosto falleció su tía Isabel. Me atreví a hacer las lecturas en su misa en el cementerio. Vaya sensación, y vaya momento, después de todas mis experiencias apartado de la Iglesia, allí estaba yo, leyendo la Palabra Sagrada de Dios con voz firme y pausada ante mis familiares. Que diferente hubiera sido ese día si no hubiera ocurrido en mi vida esta revolución de las últimas semanas, ya que una de las grandes frustraciones que tenía meses atrás, es que haríamos el día que eso sucediera. Durante un tiempo estuvimos meditando en el pasado el no hacerle ni misa porque no queríamos participar de ritos católicos. El mismo día del entierro, pensé en mi pobre vecino “Miguel”, y decidí visitarlo. Me di cuenta que estaba muy desmejorado, y desde aquella noche decidí que en adelante me haría cargo de el y lo iba a cuidar. Así que desde ese día comencé a hacerle las comidas, irle a los recados y atenderle en sus urgencias. Y el domingo, a participar de la Eucaristía. A mi vecino le quedaban cinco semanas de vida, pero no lo sabíamos ninguno lógicamente. A la semana siguiente de decidir hacerme cargo de sus cuidados, se puso malo y le atendí aquella noche en la madrugada, acudí a su casa en mitad de la noche al oírlo a través de la pared, y llamé a la ambulancia. No le atendieron muy bien, y al día siguiente estaba de vuelta en la casa, pero nuevamente dos noches después se volvió a repetir y se lo llevaron, para nunca volver a su casa. A partir de ese día, mi vida se convirtió en un poco mas difícil, ya que cada día acudía al hospital para acompañarle un rato, y darle el almuerzo. Esto fue lo que escribí al enterarme de la muerte de mi vecino que ocurrió el domingo, día del Señor, 19 de septiembre de 2004.
     “Hoy me enteré de la muerte de mi vecino, o mejor dicho, como nos llamamos a menudo en sus últimos días, “mi hermano”. Lo he oído a veces llorar en la noche a través de la pared, y llamar a la tele-asistencia para buscar un poco de conversación y compañía, lo he llevado a comer alguna que otra vez al bar de enfrente buscando el hacerle sonreír, y lo he asistido en numerosas ocasiones, aunque reconozco que no siempre que acudió a mi le atendí. Sin embargo he tenido el privilegio cristiano de poder atenderle y acompañarle un “poquito” en sus últimos días, de hacerle la comida en los días previos a su marcha al hospital, de calmar su angustia ante la cercanía de la muerte, de hablarle de Dios, de hacerle reconocer a Dios por medio de las buenas obras que el Señor nos concede hacer, de leer en su ojos muchas cosas, de pedirme un abrazo antes de subir a la ambulancia, de pedirme un abrazo y un beso cuando ya estaba en el hospital, de ayudarle a comer y animarle a que lo hiciera, de ver su sonrisa ante mi ímpetu para que el se mejorara, de dar conmigo sus últimos pasos por la habitación del hospital, y por último, después de varios días en los que no pude ir a verle, este domingo fui de forma imprevista, pero ya no estaba consciente, aunque estaba solo en la habitación, como siempre estuvo en los últimos años, sólo. Estuve con el 15 minutos, recé un padrenuestro, me acerqué, le miré y antes de marcharme desde mi corazón le bendije, y también lo hice con el signo de la bendición, aunque no soy sacerdote, lo sentí así. Hoy le pido a Dios que tenga misericordia de el y que nos perdone a todos los pecados.”






[1] No comunión como la conocen los católicos en la Misa, sino con el sentido de tener unión entre nosotros. Ellos rechazan los sacramentos.
[2] La cual he incluido al final de este libro
[3] Porque no se puede juzgar genéricamente a la gente, ni por lo que creas que hace uno, juzgar a los otros, cosa típica en la persona herida por causa del pecado, tanto católicos como protestantes.

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