CAPÍTULO
TERCERO
CRISIS CON LA IGLESIA
Hasta entonces
no me lo había planteado jamás, pero cuatro meses de libros, mañanas frente al televisor
y mis propias reflexiones, me bastaron para escribir el 13 de Noviembre de 1992:
«Estoy entrando en crisis. La Iglesia
católica empieza a parecerme poco real y seria y mis nuevos conocimientos están
dejando atrás los antiguos preceptos»
Y dos meses más tarde, escribía una carta que se publicaba en el diario
sur de Málaga, donde criticaba a la Iglesia Católica. Mi convencimiento de
tener la fe en Dios me aseguraba que la carta se publicaría, y se publicó,
aunque obviamente fue un acto de mi libertad, simplemente.
Sigo leyendo también la Biblia y disfrutando a veces
de lo que aprendo, pero mi vida personal no va por los caminos de Dios, y mis actos
se convierten en sufrimiento en mi vida personal, e incluso una salud débil[1]. A
finales de 1992 estoy frustrado y deprimido. Mi incapacidad para ver frutos en
mi después de escuchar predicaciones y leer libros de aquel predicador
americano me crean una crisis, de la que sale como resultado que para
principios de 1993, un ídolo de la música y su mundo substituyen de alguna manera a Dios en mi
vida, este hobby se convierte para mi en algo mas. La personalidad del ídolo se
funde conmigo, me gusta y me siento identificado con el ídolo en muchas cosas,
aunque de alguna manera seguiré intentando hacer lo que comencé, es decir, en mi celo por hacer la voluntad de Dios,
luchar contra lo que yo calificaba "el sistema religioso católico"[2].
En Enero de
1993 se publica mi crítica a algún aspecto del catecismo nuevo de la Iglesia
católica que me escandalizó tal vez por no entenderlo bien (creo que fue algo
sobre la pena de muerte), que esta vez es respondida por alguien que defiende
la fe católica contra el escandalizador que osa desafiar a la Iglesia, y yo le contesto con otra carta que se
publica después, actuando por orgullo personal de decir la última palabra en la
disputa.
Inspirado por
las enseñanzas de aquel predicador escribo un mini-libro titulado, “La verdad,
la palabra y el Reino”. Me gasto los ojos traduciendo al castellano uno de sus
libros, no se muy bien para que, tal vez para usarlo para estudiar o dárselo a
otros. Trabajos valdíos. Si el arquitecto no trabaja en la casa, en vano se
cansan los edificadores. En Marzo de 1993 nueva carta publicada en el diario
sur, “El monopolio de Cristo”. Ese mismo mes de Marzo, se lee una carta mía en
Canal Sur radio en la que hablo de Dios. En esta carta queda patente mi amor a
Dios y mi apelación a la caridad. Son tiempos muy activos.
Tengo mucha
espiritualidad y gran interés por algo nuevo para mí, el Espíritu Santo, sin
embargo al mismo tiempo mi vida personal está sumida en un “pozo negro” según
mis propias palabras. Es mi propia madre quién posiblemente observando en mí
como me voy fanatizando, me hace dudar al prevenirme que no debo hacer caso de
todo lo que oigo. De nuevo mi orgullo sale a relucir, pero su advertencia
tendría algún efecto más adelante, gracias a Dios.
No recuerdo
como, pero ese mismo año 1993 llega a mis manos una revista llamada “la pura
verdad”, publicada por una iglesia que no es católica, también un libro llamado
“¿volverá Cristo? Según mis palabras de la época: “me ayuda y me beneficia”.
Probablemente
me voy dando cuenta que las doctrinas de aquel predicador no están siendo
efectivas en mi vida, y poco a poco me voy separando de ellas. Cada vez le veo menos, sigo recibiendo sus libros
gratuitos, pero ya no los leo, sino que se amontonan en mi habitación esperando
un buen momento que no llega.
Poco a poco me
voy dando cuenta del gran poder de persuasión que tiene la organización de este
predicador, como te inunda con publicidad en la que te promete bendiciones
especiales de Dios a cambio de “donativos” con los que a cambio te manda su
“producto”. Un auténtico montaje de marketing para lo que se necesita un gran
movimiento económico detrás.
Yo no llegué a
mandarle nunca dinero en esta época, ya que al ser distintos países era
difícil, pero hubiera deseado poder hacerlo para obtener las bendiciones que me
prometía en sus cartas publicitarias. Me llegaba a frustrar de pensar de que
Dios se podría enfadar conmigo por no ayudar a su ministerio, cuando él en cada
carta me trataba de convencer con un poderoso lenguaje utilizando palabras de
Dios para apoyarlo. De hecho creo que llegaba a relacionar a veces mis
problemas con mi incapacidad de mandar los donativos que él me demandaba tan
ardientemente. Eran palabras realmente fuertes y era difícil ver un engaño en
tales palabras. Yo a veces pienso que estas personas realmente se creen lo que
dicen, es decir su propio engaño.
Mi vida
personal es una autentica lucha contra el pecado y lo maligno, eso es lo que
estoy constatando en mi después de estas experiencias, que a pesar de mi deseo
de servir a Dios y andar el camino recto por esta vida, no lo estoy
consiguiendo y me siento muy mal por ello. Como resultado pasarán seis años de
mi vida en los que continuaré mi camino por el mundo de la astrología,
estudiando y leyendo todos los tratados y libros que podía poner a mi alcance y
haciendo de esto mi profesión oculta en esos años al tiempo que desaparecieron
de mi vida los telepredicadores y sus doctrinas.
Podía resumir
esto diciendo que las ganas de aprender las cosas de Dios me vinieron a través
de esta influencia, el problema es que en los primeros años mi enseñanza estaba
filtrada a través de los libros de este predicador. Una doctrina “nueva” para
mi, revolucionaria, relacionada con el nombre de Cristo, lo cual no me hizo ver
rápidamente los errores, y que en cierto modo me pareció lógica y que se
contraponía y diferenciaba bastante de lo que mi tradición católica me había
enseñado, y cuya imagen en mi cabeza se hacía caduca, monótona y falsa. Sin
embargo estas doctrinas supusieron mi radicalización, mi apartamiento de la Iglesia católica de la que
nunca antes había dudado, aunque verdaderamente mi conocimiento de la fe
católica se había quedado estancado en mi 8º año de vida, y tendría rechazo a
todo lo que oliera a religión, durante los seis años siguientes. Sin embargo
siempre he reconocido algo bueno en todas estas experiencia vividas, y es que
me “despertaron” el sentido de Dios y de mi condición cristiana. Dios escribe
derecho sobre renglones torcidos. Esa es la explicación que yo le doy.
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